La mayor gesta de Manuel Belgrano: el “sepulcro de la tiranía” en Tucumán


Sábado, 20 de Junio de 2020 09:38




Luego de la Gesta de Mayo de 1810 vino un año de expansión y triunfos para la revolución, pero hacia 1812 surgió período crítico, con la guerra en dos frentes, en el norte y en la Banda Oriental, sin mandos experimentados, sin ejércitos organizados, sin armamentos ni recursos.

A comienzos de 1812, Manuel Belgrano fue designado al frente del Ejército del Norte, en reemplazo de Pueyrredón. Hacia fines de junio, en retirada, el ejército revolucionario evacuó Salta y Jujuy, cuando tuvo lugar el denominado “éxodo jujeño”. Instalado en Tucumán, Belgrano disponía de no más de mil seiscientos hombres, mientras el ejército realista bajaba ganando posiciones.

Luego de un efímero triunfo en Las Piedras, actual provincia de Salta, a comienzos de septiembre, se produjo el espectacular triunfo en la Batalla de Tucumán, en el Campo de las Carreras. Alentado por los reclamos de la población tucumana, Belgrano había decidido desobedecer las órdenes impartidas desde Buenos Aires de disponer la retirada y mantuvo posición, esperando la batalla.

La victoria fue decisiva. Días más tarde, Belgrano informaba al gobierno en Buenos Aires que se habían capturado siete cañones, tres banderas, un estandarte, cincuenta oficiales, cuatro capellanes, dos curas y seiscientos prisioneros, produciéndose además cuatrocientos muertos. También subrayaba la heroica participación de los hijos de Salta, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán.

Luego de la importante victoria, en la que también se destacó Manuel Dorrego, Belgrano se dedicó a instruir y armar a sus tropas, esta vez con la renuencia del recién constituido II Triunvirato, y avanzó hacia Salta, donde también derrotó a los realistas, ya en febrero de 1813, retomando el control de la región.

Entonces, la Asamblea Constituyente premió a jefes y soldados y obsequió a Belgrano un sable con guarnición de oro y cuarenta mil pesos señalados en valor de fincas fiscales. Pero Belgrano respondió con abnegación y desinterés: el dinero –creía- degradaba la virtud y el talento entregado en defensa de la revolución.

Cuando a los pocos días de la decisiva victoria en Tucumán, Belgrano pasó informe al gobierno porteño de las razones de la victoria, aseguró que la retirada que se había ordenado desde Buenos Aires habría puesto en fuga al ejército, con la consecuente pérdida de recursos materiales y humanos, provocando ello una derrota humillante y hasta su segura captura.

Así lo explicaba: “…en estas circunstancias que ya he reflexionado demasiado, que las he discutido con los oficiales de mayor crédito y conocimientos, no he hallado más que situarme en este punto y tratar de hacer una defensa honrosa, de la que acaso podemos lograr un resultado feliz, y si no es así, al menos habremos perdido en regla, y no por el desastre de la retirada”.

La victoria en Tucumán no resultó episódica. Todo lo contrario. En recuerdo de aquella gran batalla, traemos las palabras de Bartolomé Mitre quien, elogiando a Belgrano, aseguró que “en los campos de Tucumán se salvó no sólo la revolución argentina, sino que se aceleró, si es que no se salvó en ellos, la independencia de la América del Sur”. Como diría Belgrano, aquella jornada resultó determinante para el “sepulcro de la tiranía”.

El modesto vencedor de Tucumán renunció el título de Capitán General, y declinando el honor del triunfo, contestó al Gobierno con estas notables palabras, que manifiestan el equilibrio de su alma, inaccesible a la vanidad y a la envidia: “Sirvo a la patria sin otro objeto que el de verla constituida,  y este es el premio a que aspiro. V. E. tal vez ha creído que tengo un relevante mérito, y que he sido el héroe de la acción del 24. Hablando con verdad, en ella no he tenido más de general que mis disposiciones anteriores, y haber aprovechado el momento de mandar avanzar, habiendo sido todo lo demás obra de mi mayor general, de los jefes de división, de los oficiales, y de toda la tropa y paisanaje, en términos que a cada uno se le puede llamar el héroe del campo de las Carreras de Tucumán”.

En Tucumán se salvó no sólo la revolución argentina, sino que puede decirse contribuyó de una manera muy directa y eficaz al triunfo de la independencia americana.

Si Belgrano, obedeciendo las órdenes del Gobierno, se retiraba, las provincias del Norte se pierden para siempre, como se perdió el Alto Perú para la República Argentina. Posesionado el enemigo de Jujuy, Salta y Tucumán, podría haber levantado un ejército mayor que el que podía oponérsele, remontando su caballería con naturales de aquellas localidades, que tan dispuestos son para la guerra. Derrotado el ejército patriota, el camino hasta Santa Fe quedaba libre.

En presencia de estos grandes resultados, se ve que Belgrano hizo bien en desobedecer las órdenes de retirada, y arriesgar una batalla de dudoso resultado, puesto que el triunfo era la salvación, y la retirada importaba tanto como la derrota oscura del que sucumbe sin combatir. /El Historiador

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