“Entré por primera vez al Hospital de Niños a los 15 años, con mis compañeras de escuela, como voluntaria en la sala de quemados. Yo estudiaba Magisterio y me resultaba fácil acercarme a los chicos. Esa experiencia orientó mi vocación y decidí ser médica. El 2 de mayo de 1969 ingresé al Gutiérrez como residente y nunca me fui. Acá aprendí con maestros como Carlos Gianantonio o Mario Rocatagliata”, cuenta Lilia Rabinovitz (70), jefa del Departamento Técnico.
“Cuando empecé, los chicos con cáncer se morían, no había terapia intensiva y las cirugías cardiovasculares se hacían cuando el bebé tenía más de un año. Tampoco había Internet, así que pasábamos horas en la biblioteca. Hoy hay terapia, se hacen trasplantes, se realizan cirugías cardiovasculares a recién nacidos, y la mayoría de los chicos con cáncer se curan. También aparecen nuevas epidemias, como la violencia y el abuso sexual hacia niños de todos los estratos sociales. Nosotros tratamos de entender para poder ayudar”. Lilia asegura que para ella, trabajar a diario no es una carga, sino una alegría. A lo único que no se acostumbra es a que muera un paciente: “Sentir el llanto de la madre cuando el hijo fallece me duele siempre”.
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