Discriminación, autoritarismo y maltrato, características del Instituto del padre Agustín Rosa

ESCÁNDALO EN UNA IGLESIA DE SALTA


Un segundo informe nacional, recopila el testimonio de personas que señalan que además de los abusos sexuales, también el maltrato psicológico era moneda corriente.
 
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FOTO TN

Continúan los cimbronazos para la iglesia salteña. En un nuevo informe de TN se da a conocer los maltratos sistemáticos dentro del Instituto Discípulos de Jesús de San Juan Bautista creado en Salta por el padre Agustín Rosa. Ayer se conoció que Rosa no había sido apartado de su puesto por una malversación de fondos, sino por 25 denuncias por abuso sexual. Tal como hicieron en Octubre de 2015, los feligreses ayer respaldaron al sacerdote y dijeron a LA GACETA descreer de las acusaciones.

El nuevo artículo de la periodista Miriam Lewin toma el testimonio de Valeria y Gracia quienes tenían una fuerte vocación religiosa y en carne propia abusos sexuales. Y fueron, además, testigos de cómo “en los enunciados y las homilías, el sacerdote inculcaba lo opuesto a lo que practicaba en su vida cotidiana. “Los votos de pobreza funcionaban solamente para los que debían obedecer, no para el padre Agustín y sus elegidos”, señalan los damnificados.

Valeria tenía que elegir lo mejor de lo que recibía para los superiores y rescatar, de los desperdicios, algo para comer con sus compañeros. "El padre pedía comida, por ejemplo pizza, o iba a almorzar a la casa de familias ricas", dice Valeria.

En el informe se hace hincapié en que dentro de la Institución la enfermedad era considerada una debilidad y una excusa para no cumplir con los deberes Por eso, se requería permiso hasta para tomar una aspirina. Y cuando la dolencia era más grave, no había para comprar medicamentos. "Una vez estábamos con el padre Josué contando el dinero producto de un retiro espiritual, que era mucho, y vino un hermano que estaba muy enfermo a decir que necesitaba un remedio, con la receta. El padre Josué le dijo que no había plata, que tenía que conseguir un benefactor que se lo pagara. Después me mandó a comprar zapatillas para su sobrina", recuerda afligida Valeria.


Josué es oriundo de Tucumán y su nombre real es Sergio Salas. Ocupa un lugar privilegiado al lado del padre Rosa. "Es despreciativo y autoritario. Lo escuché muchas veces burlarse de personas por sus dificultades para hablar o un defecto físico. También hacía muchas diferencias entre los hermanos", sostiene Gracia, que se unió a la comunidad a los diecisiete años. "En la congregación había castas" señala Valeria. Los hermanos de pueblos pobres estaban destinados a los trabajos manuales y pesados y no veían a sus familias durante cuatro o cinco años. En cambio, los que venían de familias adineradas, tenían permiso para estudiar y visitar a sus padres más seguido". El saber era sospechoso dentro del sistema instituido por el padre Rosa. "No conocíamos la liturgia, no leíamos", agrega Gracia."Nosotras no teníamos formación en absoluto, era un aspecto totalmente descuidado. Y además, se necesitaba permiso para estudiar. Las mujeres que lo tenían, podían alcanzar solamente determinado nivel, no más allá. Las chicas que venían de San Isidro, de familias bien; sí podían estudiar", se lamenta Valeria.

La exmonja fue víctima de humillaciones, aislamiento y cuando presentó sus quejas al padre Rosa recibió medicación psiquiátrica que la mantuvo postrada y confundida. "Cuando mi hermana me vio, me dijo que no era ni la sombra de lo que había sido", sostiene.

Por otra parte, la ex religiosa asegura que durante las visitas pontificias periódicas se alteraban los registros de la comunidad: hacían desaparecer legajos de integrantes que tenían informes psicológicos que revelaban que precisaban tratamiento.

Con respecto al poder de sanación del padre Rosa, Valeria cuenta que varias familias, que habían sido beneficiadas con algún milagro, le decían que el padre Rosa les pedía que dijeran que habia sido por su intercesión.

Las dos mujeres intentan reconstruir sus vidas después de haber atravesado procesos depresivos. "Que nadie más sea manipulado, que nadie más pierda su fe", afirma Gracia.

El Instituto Discípulos de Jesús de San Juan Bautista , fundado por el Padre Agustín Rosa y reconocido como instituto por la Santa Sede en 1996, está denunciado por graves irregularidades que incluyen abuso sexual, abuso de autoridad y malversación de fondos.

Valeria escuchó los relatos de abuso sexual de varias víctimas dentro de la comunidad y ella misma fue abusada y amenazada por el padre Agustín. Yair, otro novicio, sufrió abuso por parte del padre Felipe y, cuando recurrió al padre fundador para pedirle consuelo y protección, fue abusado también por él.

El padre Rosa fue apartado de la conducción por monseñor Luis Stockler, comisario pontificio, enviado por el Vaticano a investigar las denuncias. A punto de cumplir 63 años, el sacerdote vive en una finca en las afueras de Salta. Allí, se defiende afirmando que es inocente y que desconoce de qué se lo acusa y jura ante Dios que se siente "limpio y tranquilo".

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