Los rusos utilizan sanguijuelas
MOSCÚ — Como asistentes médicos son muy pequeñas, de unos 5 centímetros de largo y resbaladizas. Se retuercen un poco sobre la espalda de Elena A. Kalinicheva antes de enfrascarse en lo que saben hacer mejor: chupar sangre.
Las sanguijuelas —sí, sanguijuelas— aún son ampliamente prescriptas en la medicina rusa, unos 10 millones de ellas cada año, en muchos casos como sustituto de bajo costo para anticoagulantes como la warfarina.
“Cuando lo haces la primera vez, piensas: ‘¡Dios mío, sanguijuelas!’”, dijo Kalinicheva. “Pero después de pasar por eso, entiendes que no hay nada de qué preocuparte”.
En Rusia, una sanguijuela medicinal cuesta 90 centavos de dólar y una aplicación típica requiere de tres a siete. Los tratamientos con sanguijuelas tardan de 30 a 40 minutos, aunque las heridas resultantes sangran durante seis horas, más o menos, hasta que el anticoagulante natural del veneno de la sanguijuela desaparece.
Aunque Rusia bajo el presidente Vladimir V. Putin está volviendo con fuerza a la escena mundial militarmente, el desarrollo económico se ha rezagado, y eso incluye al sistema médico.
En los países desarrollados, las aplicaciones de sanguijuelas por lo general son asociadas con la charlatanería. De hecho, las sanguijuelas están regresando a la medicina occidental —se utilizan hasta 6 mil anualmente en Estados Unidos, estima la BioTherapeutics, Education and Research Foundation— pero no para los mismos propósitos que en Rusia.
La Dirección de Alimentos y Medicamentos (FDA) en Estados Unidos aprobó la venta de sanguijuelas como dispositivos médicos en 2004, mientras que las compañías farmacéuticas europeas se han enfocado en aislar las sustancias químicas terapéuticas y anticoagulantes del veneno y ofrecerlas de una manera menos repulsiva.
La FDA aprobó las sanguijuelas para drenar sangre, por ejemplo usándolas para eliminar exceso de sangre de partes amputadas del cuerpo que han sido reimplantadas de nuevo.
En la tradición rusa, los beneficios terapéuticos son vistos en el veneno, un anticoagulante natural prescrito como tratamiento preventivo para el derrame cerebral y las cardiopatías, a una fracción del costo de los anticoagulantes farmacéuticos.
Los rusos están, en teoría, cubiertos para la mayoría de su atención médica y sus medicinas bajo un sistema médico socializado incorporado en la Constitución postsoviética en 1993. Modernizar este sistema era una prioridad que Putin consagró en decretos a principios de su tercer período como presidente. Establecen metas ambiciosas para la medicina: los sueldos de los doctores se duplicarían para 2018, el fin del mandato de Putin, mientras que la esperanza de vida se elevaría por cuatro años.
Pero el colapso en el precio del petróleo, las sanciones y el gasto militar se interpusieron. Rusia sigue siendo un país pobre. Y la expectativa de vida para hombres y mujeres, de 70,3 años, casi no cambió desde que Putin promulgó sus decretos.
Aunque los medicamentos “vitalmente necesarios” aprobados por el gobierno están cubiertos, en la práctica es probable que no haya en existencia en las farmacias estatales, y los pacientes recurren a alternativas como las sanguijuelas.
Kalinicheva, secretaria en una oficina de Moscú, dijo que había sufrido de un intolerable dolor en la espalda baja antes de probar las sanguijuelas, aplicadas semanalmente en un centro médico ambulatorio.
Dijo que había optado por las sanguijuelas por el ahorro en costo y para evitar tomar analgésicos.
En la clínica, Irina A. Pankova aplica las sanguijuelas para tratar glaucoma, prostatitis, hipertensión y muchos padecimientos más. Anima a los pacientes a usarlas a la par con tratamientos médicos estándar.
Las sanguijuelas médicas son criadas en granjas especiales, donde, en Rusia, mujeres con batas blancas de laboratorio preparan frascos de vidrio repletos de sanguijuelas médicas, o Hirudo medicinalis; un colador con una superficie fina y porosa; un rollo de gasa de algodón, y una jarra de sangre fresca de vaca.
No es un trabajo para los quisquillosos. A la hora de dar de comer, las “criadoras de sanguijuelas”, como se les conoce, meten las manos en botellas de vidrio de sanguijuelas, recuperan a las pequeñas chupasangre y las colocan en los coladores llenos de sangre.
Gennady I. Nikonov, director de la granja de sanguijuelas, dijo que su compañía tiene potenciales productos farmacéuticos basados en el veneno de sanguijuelas, pero carece de inversión para llevarlos al mercado.
Y entonces, por ahora, las sanguijuelas son vendidas, retorciéndose y hambrientas, en frascos de vidrio. Funciona, como ha sucedido durante siglos.
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