¿Por qué los medicamentos son de colores?


¿Por qué una píldora roja calma más el dolor de cabeza que una de otro color? ¿Por qué los antidepresivos son azules? La respuesta está en la palabra placebo. Cómo algunas creencias pueden tener el efecto de un químico. 
Por Bibiana Ricciardi 
¿Cuántas pastillas, gotas, cremas, inyecciones y jarabes tomaste antes de leer esta pregunta? Nuestra era es alopática aunque intentemos disimularlo. La receta del doctor no se cuestiona. Más bien a la inversa: se desconfía del médico que intenta curar sin recetar. El que no haya salido con las manos vacías, decepcionado, de algún consultorio que tire la primera piedra. La mera ingesta de cualquier medicación parece aliviar el dolor. La fiebre puede ceder segundos después de haber tomado un antitérmico. Es completamente ilógico porque la droga no ha tenido tiempo ni de llegar al torrente sanguíneo, pero es efectivamente así. 
La ciencia, de hecho, ha dejado de preguntarse si cura más la droga que el efecto de ingerirla. Existen muchos estudios en torno al placebo, como How Placebos Change the Patient's Brain, llevado a cabo por los investigadores Fabrizio Benedetti, Elisa Carlino y Antonella Pollo, del Departamento de Neurociencia de la Universidad de Turin Medical School y del National Institute of Neuroscience, que confirman que el "efecto placebo" puede curar. Los laboratorios han afinado el recurso al extremo de descubrir que un analgésico color rojo alivia mucho más el dolor que uno azul. Dos pastillas iguales, con la misma composición química: una azul y otra roja. Basta con visualizar la imagen para entender que funciona. Hacé una pausa en la lectura e imaginalo: un vaso con agua, dos pastillas, una azul y una roja. Te duele mucho la cabeza y te dicen que son iguales. 
¿Cuál tomarías? 
Si se tratara de ansiedad o depresión, la azul resultaría mucho más efectiva. De hecho, los medicamentos más susceptibles al efecto placebo son los antidepresivos y los analgésicos. Y la mayoría de las personas se sienten mejor y más curadas cuando una droga es inyectable que cuando requiere una mera ingesta oral. Incluso se pudo comprobar que si un paciente en un ensayo clínico está recibiendo placebo y lee el prospecto con las reacciones adversas de la droga que supuestamente está ingiriendo es probable que sienta algunos de los síntomas descriptos. "Hasta el acto médico tiene efecto placebo", señala la doctora Georgina Sposetti, directora del Instituto de Investigaciones Clínicas de Mar del Plata. Y comenta cómo en el mundo están creciendo las clínicas "de tratamiento integral", que a contramano de la medicina alopática y antipática, atienden en lugares bonitos y tienen una gran consideración por el bienestar del paciente. "Hablan, lo tocan, lo abrazan y luego le dan un shock endovenoso de vitamina C. No está demostrado que produzca ningún efecto el shock; sin embargo, el paciente mejora. Los tratan bien y eso genera endorfinas de verdad". 
El diccionario de la Real Academia Española dice del término placebo: "Sustancia que, careciendo por sí misma de acción terapéutica, produce algún efecto favorable en el enfermo si este la recibe convencido de que esa sustancia posee realmente tal acción". La palabra placebo proviene del infinitivo placere (agradar), que conjugado en futuro como placebo podría traducirse en la invocación "agradaré". 
Un placebo es entonces una mentira para agradar. Vivimos rodeados de placebos. Placebamos -si se me permite la impertinencia de exprimir la conjugación por fuera del verosímil lingüístico- todo el tiempo para sobrevivir. Y somos placebados incluso. 
"El efecto placebo es una forma de sesgo cognitiva -explica Pedro Bekinschtein, investigador del Instituto de Biología Celular y Neurociencias de la UBA-. Una especie de profecía autocumplida. Si estás convencido de que algo funciona, puede funcionar". Como si cada individuo pudiera autoinfluenciarse por la sensación de ser tratado. El científico explica que hay poco estudio sobre el tema efecto placebo, pero puede pensarse cómo funciona a través del contrario. Cuando una persona está muy estresada, por ejemplo, su cerebro libera cortisol, una hormona que es inmunodepresora. "Es probable que si esto se sostiene durante un tiempo determinado, a esta persona le bajen sus defensas y pueda enfermarse -explica-. El cerebro tiene control sobre la liberación de hormonas en el torrente sanguíneo. De este modo puede explicarse, por ejemplo, que una descarga fuerte de adrenalina pueda producir un infarto o que la liberación de endorfinas genere bienestar. La medicina homeopática descansa en el efecto placebo. Las pastillas son placebos; sin embargo curan". Y si cura es real. Al menos así lo concebimos los seres racionales. ¿El placebo será tal vez entonces la droga del futuro? Puede ser. Algunos investigadores afirman que incluso el poder del efecto placebo ha crecido mucho en las últimas dos décadas. Como si el bombardeo de publicidad de tratamientos y medicamentos estuviera entrenando a nuestro gran liberador de hormonas: el cerebro. 

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