Evalúan las terapias para el acoso sexual

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(Benedicte Muller)

BY BENEDICT CAREY

La reciente oleada de acusaciones de agresión y acoso sexual ha llevado a que algunos infractores confesos busquen ayuda profesional para las distorsiones emocionales o de personalidad que subyacen su conducta.
“Mi recorrido ahora será aprender sobre mí mismo y conquistar mis demonios”, expresó el productor Harvey Weinstein en una declaración en octubre. El actor Kevin Spacey anunció que se tomaría “el tiempo necesario para buscar evaluación y tratamiento”.
Cualquiera que sea la combinación de control de daños y contrición que representan, promesas como éstas dejan entrever que hay tratamientos convencionales para los perpetradores de ofensas sexuales. De hecho no existen tales tratamientos estándar, aseguran los expertos. Incluso la idea de “adicción sexual” como diagnóstico es debatida.
La evidencia de que la psicoterapia y los medicamentos pueden frenar la mala conducta sexual es modesta en el mejor de los casos, y casi toda proviene del tratamiento de trastornos severos, como la pederastia y el exhibicionismo, indicaron los expertos.
No obstante, hay motivo para pensar que estos enfoques terapéuticos pueden ser adaptados al tratamiento de los hombres acusados de ofensas que van desde atención indeseada hasta violación.
“En realidad estás mirando a dos categorías de personas”, explicó Rory Reid, profesor asistente de psiquiatría de la Universidad de California, en Los Ángeles, quien tiene una práctica clínica enfocada en problemas sexuales. “Una es lo que llamo conducta sexualmente compulsiva. La otra está reservada para personas que cometen actos no consensuados —agresores sexuales”.
El primer grupo incluye al estudiante que reprueba porque pasa todo el tiempo navegando sitios de pornografía, o el hombre que visita habitualmente prostitutas.
Los terapeutas tratan a este tipo de personas de manera muy parecida a como atenderían a quienes abusan de sustancias: con programas de 12 pasos; sesiones de terapia grupal y enseñando las clásicas técnicas de control de impulsos, como evitar a amigos, situaciones sociales y lugares, como bares, que los ponen en alto riesgo de repetir la conducta.
Los servicios ofrecidos se asemejan a los que se brindan para otros tipos de conducta compulsiva, como ludopatía y consumo de drogas. Hay coaches de vida, consejeros de parejas e hipnoterapeutas, así como clínicas de rehabilitación.
Dista mucho de estar claro qué tan bien —o si acaso— funcionan esos enfoques basados en adicciones. Y eso particularmente se aplica a los varones en la categoría de infractores más serios, quienes tienen más probabilidades de responder a la confrontación, dijeron los expertos.
“En muchos casos, la confrontación en sí —ser sorprendido o expuesto, como ahora lo han sido muchos públicamente— es suficiente para restringir o poner fin a la conducta”, sobre todo cuando el infractor tiene mucho que perder en términos de dinero y prestigio, aseveró James Cantor, director del Centro de Sexualidad de Toronto.
Cuando no es suficiente la confrontación, el terapeuta tiene alternativas. La gente que comete ataques sexuales a menudo minimiza su comportamiento. Una manera de contrarrestar esto es haciendo que los pacientes tomen mayor responsabilidad y adopten un lenguaje apropiado al describir su ofensa, explicó Reid.
Por ejemplo, un agresor necesita describir los actos como un ataque —decir, “metí a la fuerza mi mano en el pantalón de ella”, en lugar de “fui un poco lejos”.
En tanto los actos indebidos de los acosadores estén al menos parcialmente arraigados en sentimientos de ineptitud o abandono, la psicoterapia tiene un papel, afirmaron los expertos. Tener poder puede convertir las heridas psicológicas en excusas para la explotación. Es mi turno ahora; todas esas mujeres que me ignoraron en la secundaria tienen que hacer fila frente a mi puerta.
Es posible que la terapia sea algo más que una simple artimaña sólo si el acosador está dispuesto y siente una humildad genuina.

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