"No madres": contra el mandato, eligen no tener hijos
Son, en su mayoría, profesionales que acompañan la tendencia de un mundo en el que decrece la tasa de fecundidad; la sociología ya estudia el comportamiento
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Lucila Rolón
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Una vez por mes, Juliana Gilli, de 35 años, tiene que explicarle a alguien por qué no quiere tener hijos. Los padres de Natalia Watson, de 34, la mandaron al psicólogo cuando aún no era adolescente porque repetía una y mil veces que nunca iba a ser mamá. La maestra de Adriana Carrasco citó a su mamá para contarle que cuando ella no iba de visita al jardín la nena no jugaba en el rincón de la casita, con muñecas, ollas y escobas.
A todas las miran mal cuando dicen, por ejemplo, que no quieren engordar, que no quieren pasar años sin dormir ni conocer el dolor del parto. Que no quieren una responsabilidad de por vida. Como tantas otras mujeres que eligen no ser madres, ellas entran en la categoría que la sociología actual denomina NoChild o NoMo -sin hijos y no madres, en su versión castellana, respectivamente. Forman parte de una tendencia de mujeres profesionales y emprendedoras en un mundo cuya población envejece. De hecho, en los últimos 60 años se redujo la tasa de fecundidad a nivel mundial de cinco hijos por mujer en 1955 a 2,5 en 2010. Según el nuevo Informe de Natalidad de la Fundación UADE, la Argentina no está ajena a esta dinámica y se encuentra, junto con Chile y Uruguay, dentro de los países de América latina con menores tasas de fecundidad. La ciudad de Buenos Aires, en particular, con 1,5 hijos por mujer en promedio era de 1,8 en 2001, ya se encuentra por debajo de la tasa de reemplazo (2,1 hijos por mujer) para que la pirámide de población se mantenga estable.
"La mujer está culturalmente asociada a la figura de madre; mujer es igual a madre para la sociedad. Por eso, cuando una chica decide no cumplir con ese mandato, para la sociedad, entonces, no es mujer. Le quitan todas las atribuciones que a su vez le asignan a la madre, y ante esa mirada dejan de ser contenedoras, buenas, sensibles, responsables", explica Sabrina Cartabia, una abogada feminista de 30 años que también decidió no tener hijos.
Radiografía del deseo
Juliana Gilli también es abogada y viene de una familia italiana en la que siempre celebran en mesas largas las Fiestas. "Navidades llenas de niños esperando que llegue Papá Noel. Sin embargo, no es mi plan y soy consciente de eso desde chiquita. Con los años maduré mi decisión y la vivo con naturalidad", cuenta. Hace 15 años que está en pareja, y la familia con la que piensa encarar el resto de su vida está integrada por su pareja y sus dos perros. "Decidimos ser felices así. Tener hijos es una experiencia de vida que no nos interesa. No me nace ni me hace falta. Sé que puedo elegir y hago uso de ese derecho", indica.
"Derecho" es una palabra clave en este asunto. "La idea de maternidad como obligación de las mujeres es un error. El culto a la madre surge en el territorio fundamental de la nueva moral burguesa. La maternidad como acto casi sacramental y obligado es un invento del siglo XIX", explica Dora Barrancos, socióloga e historiadora del Conicet. La especialista en estudios de género sostiene que en los últimos años se ha sacudido de manera interesante ese deber ser, "aunque aún no es un sismo". Lo cierto es que muchas mujeres se preguntan si ser madres es lo que verdaderamente desean. "Entienden que el instinto materno es una creación extraordinaria y cultural. La emocionalidad femenina no está ligada a la reproducción, eso es un mito."
Adriana es periodista y señala que el único momento de su vida en el que pensó en tener un hijo fue cuando se enamoró hasta los huesos. "A la distancia creo que si hubiera sido heterosexual probablemente me hubiera quedado embarazada sin medir las consecuencias de un momento de irracionalidad romántica", describe. La periodista y traductora Lala Toutonian, de 45 años, cree que tener hijos es "una felicidad absoluta". Sin embargo, no va a hacerlo. "Celebro que cada persona decide tenerlos, pero yo tengo una visión realista, en mi propio concepto, y pesimista para otros, del mundo: la abrumadora realidad y la conducta humana, tan descarnada por momentos, hacen que sienta que no es lugar para hijos", justifica.
Durante años, ante los hombres, ella se presentaba así: "Hola, me llamo Gabba, soy de Leo y no quiero ser madre". Siempre lo tomó como un mandato social y le parecía que tenía que blanquearlo, por lo menos en las primeras semanas de una relación. "Ser padres es un deseo muy esperado para algunas personas y no hay que hacerles perder tiempo", dice desde Bariloche la diseñadora gráfica Gabriela Junco, de 44 años. En pareja desde hace cuatro años, reconoce que "es difícil" relacionarse con amigos que deciden tener hijos. "Los temas de conversación pasan por mamaderas y pañales, te hacen sentir sapo de otro pozo, como si no pudiéramos entender, cuando en realidad simplemente no nos interesa. Pero cuando explicás que no querés ser madre, la incomodidad pasa al bando de ellos", dice. Y agrega que su elección no es egoísta: "Nunca estuve segura de lo que le podría dar a un ser que me va a tomar como modelo de su vida. Todos fuimos hijos, no sé si todos podemos ser padres".
Natalia Watson dice que si bien lo supo siempre luego de años de terapia decidió que ser madre no era para ella. "No me voy a bancar la frustración de equivocarme con un hijo, no tengo derecho a arruinarle la vida." La libertad como bandera inquebrantable es su otro argumento: "No quiero hacerme a un lado para atender a un hijo tal como creo que habría que hacerlo, me quiero para siempre con la vida que tengo hoy".
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