El ataque surge súbitamente, sin causa aparente
El organismo reacciona de forma muy compleja en cada paciente, con síntomas muy marcados ante situaciones de amenaza o incertidumbre. Miedo, taquicardia, dificultad para respirar, temblores y mareos aparecen en la conducta de las personas que sufren crisis de pánico. Con estas respuestas buscan defender su propia vida o huir de situaciones adversas. Un mal multifactorial.
“Cuando afrontamos una situación desafiante, intimidante o potencialmente peligrosa para nuestra integridad, espontáneamente surge una respuesta a nivel físico (emocional y mental): nerviosismo, agitación, angustia, inquietud y/o miedo. Todo dependerá de la magnitud de la amenaza. En los ataques de pánico, en pocos segundos, hay una descarga máxima (pánico), episódica, de esa respuesta de miedo sin que haya un motivo aparente”, define la licenciada Solange García Bardot, especialista del Instituto Sincronía, de Buenos Aires.
El trastorno de pánico es una enfermedad real que tiene un tratamiento específico, con resultados comprobados después de dos a seis meses de tratamiento. Se trata de una desregulación del sistema defensivo-adaptativo.
Respuesta compleja
La respuesta del organismo -que aparece frente a una situación de amenaza, incertidumbre y/o inseguridad- es compleja y se produce en forma natural y está diseñada tanto para defender nuestra vida, como para adaptarnos a diversas situaciones de cambio que afrontamos diariamente. “El cuerpo aumenta la descarga de neurotransmisores -como la serotonina y noradrenalina- generando una respuesta a nivel conductual de ataque o de huida frente al peligro”, explica García Bardot. Los síntomas son muy intensos: taquicardia, dificultad para respirar, hiperventilación pulmonar, temblores o mareos. Los ataques pueden ocurrir en cualquier momento o lugar sin previo aviso.
Surge la ansiedad
En lo emocional aparece la ansiedad y, a nivel cognitivo, el cerebro también se prepara para funcionar en modo de ataque o huida. De ahí que disminuyan la función analítica, la capacidad de mirar con perspectiva y de pensar alternativas, de planificar y proyectar. “Estos cambios a nivel cognitivo son los responsables de que una persona inteligente y preparada funcione por debajo de sus recursos intelectuales”, subraya García Bardot.
A nivel orgánico el cuerpo también sufre cambios importantes. La sangre se va a las extremidades retirándose del aparato digestivo (de ahí la variada gama de trastornos digestivos que suceden cuando estamos bajo estrés). Nuestra respiración se acelera aumentando el oxígeno en sangre y las pupilas se dilatan, entre otros efectos.
Impacto negativo
Según la especialista, los cambios que provocan los trastornos de pánico tienen la capacidad potencial de interferir negativa y significativamente en cualquier área de nuestras vidas. Generan reacciones físicas, psicológicas y emocionales de carácter intenso y recurrente que escapan del control voluntario de la persona. Además, produce un profundo malestar e incomodidad, desarrollando conductas evasivas.
La diferencia en la respuesta que cada persona genera frente al estrés está programada genéticamente. Además, las experiencias vitales modelan la manera de afrontar estas situaciones; por lo que el aprendizaje infantil y los modelos vinculares aprendidos son también determinantes.
“El desarrollo de un ataque de pánico está ligado a la situación vital de haber estado en contacto muy cercano con la muerte de algún ser significativo, ocupando el lugar de mayor responsabilidad respecto a su cuidado y puede aparecer como respuesta a esa situación incluso hasta varios años después de lo sucedido”, advirtió la licenciada García Bardot.
Más información en
• www.instituosincronia.com.ar / info@institutosincronia.com.arj .
El trastorno de pánico es una enfermedad real que tiene un tratamiento específico, con resultados comprobados después de dos a seis meses de tratamiento. Se trata de una desregulación del sistema defensivo-adaptativo.
Respuesta compleja
La respuesta del organismo -que aparece frente a una situación de amenaza, incertidumbre y/o inseguridad- es compleja y se produce en forma natural y está diseñada tanto para defender nuestra vida, como para adaptarnos a diversas situaciones de cambio que afrontamos diariamente. “El cuerpo aumenta la descarga de neurotransmisores -como la serotonina y noradrenalina- generando una respuesta a nivel conductual de ataque o de huida frente al peligro”, explica García Bardot. Los síntomas son muy intensos: taquicardia, dificultad para respirar, hiperventilación pulmonar, temblores o mareos. Los ataques pueden ocurrir en cualquier momento o lugar sin previo aviso.
Surge la ansiedad
En lo emocional aparece la ansiedad y, a nivel cognitivo, el cerebro también se prepara para funcionar en modo de ataque o huida. De ahí que disminuyan la función analítica, la capacidad de mirar con perspectiva y de pensar alternativas, de planificar y proyectar. “Estos cambios a nivel cognitivo son los responsables de que una persona inteligente y preparada funcione por debajo de sus recursos intelectuales”, subraya García Bardot.
A nivel orgánico el cuerpo también sufre cambios importantes. La sangre se va a las extremidades retirándose del aparato digestivo (de ahí la variada gama de trastornos digestivos que suceden cuando estamos bajo estrés). Nuestra respiración se acelera aumentando el oxígeno en sangre y las pupilas se dilatan, entre otros efectos.
Impacto negativo
Según la especialista, los cambios que provocan los trastornos de pánico tienen la capacidad potencial de interferir negativa y significativamente en cualquier área de nuestras vidas. Generan reacciones físicas, psicológicas y emocionales de carácter intenso y recurrente que escapan del control voluntario de la persona. Además, produce un profundo malestar e incomodidad, desarrollando conductas evasivas.
La diferencia en la respuesta que cada persona genera frente al estrés está programada genéticamente. Además, las experiencias vitales modelan la manera de afrontar estas situaciones; por lo que el aprendizaje infantil y los modelos vinculares aprendidos son también determinantes.
“El desarrollo de un ataque de pánico está ligado a la situación vital de haber estado en contacto muy cercano con la muerte de algún ser significativo, ocupando el lugar de mayor responsabilidad respecto a su cuidado y puede aparecer como respuesta a esa situación incluso hasta varios años después de lo sucedido”, advirtió la licenciada García Bardot.
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