"La curva de contagios se aplanó, pero la de alarma cerebral se disparó"


Por: Juan Franco
Análisis

A lo largo del aislamiento social, preventivo y obligatorio inaugurado el 20 de marzo, que ingresa hoy en la cuarta y penúltima fase -con excepción del Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA)-, todos podemos observar la evolución de la pandemia de coronavirus con el detalle en tiempo real de infectados, fallecidos y recuperados, así como en otro plano trascienden las cifras y porcentajes que grafican el desmoronamiento de la actividad económica. Pero mucho menos se habla de los trastornos psíquicos asociados. No es tan fácil cuantificar ni proyectar esos daños en una curva, aunque los especialistas anticipan las graves secuelas que se avecinan. Sobre este aspecto el neurocirujano y subdirector de la Fundación ENAP (Estudio para las Neurociencias Aplicadas), Juan José Gigliotti, precisó que "el aislamiento es un signo importantísimo de alarma cerebral". Y si bien en general respalda la cuarentena que sirvió para neutralizar los embates iniciales de Covid-19, aseguró que "si apelamos a la tecnología para poder representar el impacto del aislamiento en el comportamiento cerebral, así como la curva epidemiológica del virus está aplanada en casi todo el país, y más aún en nuestra región, descubriríamos que la curva del estado de alarma del cerebro, que sintetiza la ansiedad, la angustia y la depresión, creció en forma exponencial en las últimas semanas".

En la misma línea de análisis, el docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y ex jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital Francés, objetó que el Gobierno nacional depositara la conducción técnica de la emergencia sanitaria exclusivamente en manos de sanitaristas, infectólogos y epidemiólogos, para agregar que todo este proceso hubiera sido "más equilibrado" en la valoración de riesgos y beneficios con el punto de vista de otras especialidades. "No dudo que las dos o tres semanas iniciales de cuarentena debían ser rigurosas, pero luego se tendrían que haber diseñado estrategias más creativas y sustentables para mantener las prevenciones sanitarias sin necesidad de dañar otros aspectos de la salud", reflexionó Gigliotti, quien participó como conferencista en el 1° Coloquio Internacional Virtual "Retos y desafíos de la educación en la sociedad digital" con sede en Lima, Perú, el 2 del corriente.

-¿Se pueden estimar las secuelas de la pandemia en el plano neurológico?

-Desde las neurociencias valoramos estas determinaciones basadas en tiempos de duplicación de contagio y otras estadísticas semejantes sobre la base de universos de millones de personas, pero quién se hace cargo de los suicidios, la violencia familiar, las depresiones, los ataques de pánico, el agravamiento de cuadros preexistentes y tantos otros trastornos. Esto me recuerda al guerrero que antes que matar un enemigo prefería dejarlo herido, pues no sólo no podía combatir, sino que distraía otros soldados en su rescate. En esta guerra contra el virus, en cada jornada nos cuentan los infectados, los muertos y los recuperados, pero nada nos dicen acerca de los heridos. A estas alturas puedo asegurar que los heridos del coronavirus se contarán por millones, y serán muchos más que la suma de infectados de todo el planeta. Vamos a encontrarnos con muchas secuelas desde el punto de vista neurológico, así como en muchos otros campos. Y habrá que estar preparados para darle respuesta desde el sistema de salud a ese fuerte incremento de enfermedades mentales, angustias peligrosas y depresiones prolongadas, porque van a quedar muy lesionados los circuitos neuronales del placer y de la recompensa.

-¿Se puede decir que el coronavirus sacó al cerebro de su zona de confort?

-Desde que despertamos el cerebro recibe cientos de señales desde el entorno, y entra en operaciones en forma rutinaria porque en general mantenemos los mismos hábitos: levantarnos, vestirnos, lavarnos la cara, desayunar y comenzar la jornada de trabajo o estudio. En síntesis, el cerebro vive de la certeza y actúa en modo automático, con bajo gasto de energía, pero ante la aparición de un virus desconocido, por ejemplo, todo se trastoca. Lo nuevo, lo inédito, estresa el cerebro, y para colmo el sensacionalismo de algunos medios (infodemia) contribuye a generar una ansiedad desmedida en la población, que a su vez nos empuja a la angustia. Así, salir de lo habitual instala el estado de alarma en el cerebro, por eso los cambios progresivos son más sencillos de internalizar e incorporar a la nueva rutina, pero esta epidemia surgió sin margen para adaptaciones y eso está dejando sus consecuencias. Tal vez uno de los ejemplos más contundentes de este desconcierto ocurrió con los jubilados, no sólo porque se los envió a cobrar sus haberes masivamente, sino porque se los quiere obligar de improviso a una digitalización que en la mayoría de los casos nos los ayuda, sino que los colma de angustia y estrés.

-Además, un aislamiento forzoso atenta contra la naturaleza social del hombre...

-Uno de los grandes temas de debate en los congresos internacionales de neurociencias, incluso antes de la cuarentena por la pandemia de Covid-19, es el aislamiento o exilio forzado, que desde la antigüedad significó uno de los peores suplicios, porque el hombre desde que es hombre basó sus conquistas en la integración de equipos. Salir a cazar, por ejemplo, siempre era más eficiente en grupo que en soledad. Desde el punto de vista antropológico nosotros venimos desde los orígenes con esa carga cultural y, además, los estudios más recientes de las neurociencias confirman los efectos nocivos del aislamiento, forzoso o voluntario (por un trastorno depresivo, por ejemplo), que en cualquier caso acorta la vida de las personas entre cinco y diez años.

-¿Cómo se desencadena en el cerebro ese estado de alarma por la cuarentena?

-Cuando uno está en soledad, sin contactos con su núcleo de relaciones, el cerebro sufre y entra en alarma, segregando cortisol, que a su vez estimula la secreción de adrenalina, la droga de la huida, elevando el pulso cardíaco y la presión arterial, y bajando las defensas inmunológicas, con lo cual nos volvemos más permeables a infecciones, diabetes, enfermedades cardiovasculares. Además, se dispara un efecto dominó, porque en cuarentena es habitual la mala alimentación y el escaso ejercicio físico. Si uno está inundado de adrenalina y cortisol por la incertidumbre sobre el futuro laboral o el temor al virus, es difícil dormir bien y, en cambio, se conocen muchos episodios de insomnio o alteraciones del sueño. Cuando uno duerme, el cerebro no descansa, sino que entra en una etapa muy productiva de reparación de las estructuras neuronales que padecieron durante la jornada, pero si uno no tiene un sueño literalmente 'reparador', esas correcciones no ocurren y entonces al otro día amanecemos cansados, ansiosos y con igual preocupación.

-¿Hay algunas fórmulas para defenderse en mejores condiciones en este lapso?

-Desde las neurociencias se sugiere mantener la serenidad, respirar mejor, escuchar música, cocinar, cortar el césped, pasear las mascotas, en fin, todas actividades desestresantes que son muy beneficiosas para el organismo, ya que durante su desarrollo se segregan endorfinas y oxitocinas, que son las hormonas del placer. Como bien sabemos, hay drogas para el malestar y otras para el bienestar, y ambas son necesarias, porque en una situación de peligro necesitamos de la adrenalina, así como la oxitocina reina en los momentos de placer; lo que se requiere es un balance, un equilibrio entre ambas. Por supuesto que esta emergencia no afecta a todos los sectores sociales de igual manera, porque no es que estamos todos en el mismo barco, sino que nos jaquea la misma tormenta. Hay familias con casas grandes, que disponen de computadoras y conectividad, y cobran el sueldo a fin de mes, y en el otro extremo sabemos de muchas otras que viven en condiciones de hacinamiento, sin posibilidades de la changa para el sustento diario, dependiendo de un salvataje estatal sin fecha cierta, y esas situaciones límite son destructivas. Son cerebros que padecen todo el día y no descansan en las noches.

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