Generación verde: la era de los chicos vegetarianos
Algunos vienen de familias que abandonaron la carne; otros pidieron ellos mismos evitarla: por qué cada vez más adultos avalan esta nueva dieta infantil
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Sebastián A. Ríos
SÁBADO 12 DE MARZO DE 2016
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Media palta pisada con manzana rallada, un puñadito de pasas de uva y jugo de naranja con spirulina: así empieza la mañana de Amma, de dos años y medio, vegetariana como su hermana Pilar, de 11, y su mamá, Bárbara Hafbani, de 39. "Al mediodía alguna hamburguesa de quinoa con un puré; de merienda, unas galletitas, y de cena, algo más elaborado: puede ser un pastel de papa, pero en lugar de carne picada, con soja orgánica texturizada, o un guiso de lentejas o ensaladas", relata Bárbara, diseñadora en comunicación visual y vegetariana "en transición al veganismo". "Amma nació vegetariana -agrega-; Pilar lo es desde que con mi marido, hace seis años, nos hicimos vegetarianos. Le dijimos que no íbamos a comer más carne en casa y que si quería comer carne afuera, que lo hiciera. Pero a ella ya no le gustaba."
Casos de chicos como Amma y Pilar, que crecen (o nacen) en una casa donde la carne es una ausencia explícita en la mesa de todos los días, son cada vez más frecuentes en la Argentina: aquí, se estima, entre el 1 y el 2% de la población es vegetariana. "Hay mucha convicción en no comer carne y en no cocinarla, con lo cual es casi seguro que si los padres son vegetarianos los hijos adoptarán la misma alimentación", señala Angie Ferrazzini, alma máter de los mercados orgánicos Sabe la Tierra.
"Hoy hay mucha más apertura y aceptación incluso entre los profesionales de la salud, como pediatras o nutricionistas, ante el hecho de que un chico sea vegetariano: de ahí que no cuestionen la decisión de los padres de alimentar de esta forma a sus hijos", comenta por su parte Elena Del Basso, fundadora de la web www.chevegano.org, y agrega otro dato: "Hay muchos chicos que por deseo propio se niegan a comer carne, y como hoy hay más padres en sintonía con eso, lo aceptan sin demasiadas vueltas".
"Me gustaba la carne, pero la dejé hace tres años", asegura Pan Meinet Pallarés, de 8 años. "No me gusta que maten animales", suma, a modo de explicación, y agrega que ya no quiere ni pasar delante de una carnicería: "Ni estar cerca ni sentir su olor".
Cuenta Lisandro, su papá, que Pan dejó de comer carne tras ver un documental en el que se mostraba cómo se separaba a los terneros de sus madres para llevarlos al matadero. "Desde pequeño, Pan se mostró atento a las cosas que considera correctas o, mejor, a no hacer cosas que serían malas. Creo que sería mas preciso decir que es ante todo no carnívoro, más que vegetariano. Y siempre dice que cuando sea grande va a ser vegano", detalla Lisandro, de 32 años, que siendo omnívoro convive sin problemas con la decisión de su hijo. "Sí, tuve que modificar mis rituales culinarios, pero ¡enhorabuena!".
Son tantos, de hecho, los chicos que no consumen carne que muchas instituciones educativas han reformulado las propuestas de sus comedores. El Deutsche Schule Hurlingham, por ejemplo, ofrece la posibilidad de que los chicos vegetarianos o veganos puedan mantener esa forma de alimentación puertas adentro del colegio. Es que no es menor el porcentaje del alumnado que no come carne: representa aproximadamente el 15% de la matrícula.
"Hace ocho años comenzamos a prestarle especial atención a que el menú del comedor fuera saludable, incorporando alimentos como pescado y ensaladas para ofrecer una alimentación variada -cuenta Stella Maris Hernández, directora del nivel primario del colegio-. En los últimos años estamos notando un mayor número de chicos vegetarianos y padres con mucha convicción en esa decisión, a los que les ofrecemos la posibilidad de contar con opciones de platos para sus chicos, cuya elaboración es verificada por una nutricionista."
El interés puesto en esa forma de alimentación por parte de padres e hijos hace que hasta el quiosco del colegio también esté en sintonía con sus necesidades. "En el quiosco se puede comprar frutas, cereales o jugos naturales", destaca Karina Capace, bioquímica de 44 años y mamá de Nazareno, de 5, vegetariano como el resto de la familia. "Naza se lleva una vianda con legumbres, milanesas de garbanzos o lentejas -cuenta-, pero si alguna vez no la llevó o incluso una vez que perdió la vianda, le ofrecieron en el comedor del colegio platos que él puede comer."
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